Aparato critico: SARMIENTO, DOMINGO FAUSTINO

 


SARMIENTO, DOMINGO FAUSTINO



Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) fue una de las figuras intelectuales y políticas más influyentes del siglo XIX argentino. Escritor, periodista, educador y presidente de la Nación, combinó su pensamiento político con una intensa producción literaria y ensayística. Su obra más célebre, Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas (1845), es un texto híbrido que mezcla biografía, ensayo sociológico y crítica política. A partir de la figura del caudillo Juan Facundo Quiroga, Sarmiento construye una interpretación simbólica de la Argentina como escenario de conflicto entre el progreso ilustrado —asociado a la ciudad y la educación— y la barbarie rural —representada por el gaucho, el caudillo y la cultura montonera.


El estilo de Sarmiento es combativo, apasionado y personalista. Escribe no solo para explicar sino para polemizar, utilizando recursos retóricos como la exageración, la metáfora y la ironía. No teme la desmesura: convierte el discurso político en un arma literaria. Su escritura persigue siempre un objetivo reformista; no observa la realidad con neutralidad, sino que la ataca para transformarla. Este tono vehemente generó adhesiones entusiastas y rechazos igualmente intensos, pero consolidó un modelo de literatura comprometida con la acción pública.


Como presidente (1868-1874), trasladó a la práctica sus ideas sobre educación y modernización. Promovió la creación de escuelas, bibliotecas y vías de comunicación, y contrató maestras estadounidenses para formar docentes argentinos. Su célebre frase “las escuelas son las que hacen a los pueblos libres” resume su convicción de que la construcción del Estado debía comenzar en el aula. Sin embargo, su pensamiento también presenta contradicciones: mientras defendía la educación universal, mantenía una visión elitista del poder y justificaba la violencia estatal contra quienes consideraba representantes de la “barbarie”.


La figura de Sarmiento se sostiene como uno de los pilares de la identidad intelectual argentina. Aunque polémico y muchas veces contradictorio, supo convertir la palabra en herramienta de gobierno y la literatura en campo de batalla ideológica. Su legado no se mide únicamente por sus libros o sus leyes, sino por haber instalado la idea —aún vigente— de que escribir es intervenir en la historia.


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