Aparato critico: WILDE, EDUARDO

 


WILDE, EDUARDO



Eduardo Wilde (1844-1913) fue médico, escritor, periodista y político argentino, destacado tanto por su aporte a la salud pública como por su originalidad literaria. Integrante de la llamada Generación del ’80, representó el espíritu positivista y modernizador de la época, aunque lo hizo con una mirada más irónica y escéptica que la de sus contemporáneos. Su escritura se caracteriza por el humor sutil, la observación aguda de la sociedad y una constante reflexión filosófica sobre la condición humana.


Su formación como médico influyó profundamente en su perspectiva intelectual. Participó activamente en campañas sanitarias contra epidemias como la fiebre amarilla de 1871, lo que reforzó su visión crítica sobre la negligencia estatal y las supersticiones populares. Esta experiencia social marcó el tono de su prosa: combina el rigor científico con el sarcasmo, logrando un estilo único que oscila entre el ensayo moral y la crónica costumbrista. De hecho, se hizo célebre por decir que “la mejor medicina es la higiene y el sentido común, aunque ambos escasean”.


Entre sus obras más conocidas se destacan Tiempo perdido y Aguas abajo, colecciones de relatos y apuntes de viaje en las que Wilde despliega su mirada cosmopolita y escéptica. A diferencia de otros escritores de su generación que exaltaban Europa con solemnidad, Wilde observa sus costumbres con ironía, subrayando las contradicciones de la modernidad. Su escritura evita el tono grandilocuente y prefiere el comentario sagaz, la anécdota precisa y el golpe de ingenio. En este sentido, puede considerarse un precursor del ensayo humorístico argentino.


Como funcionario público, ocupó cargos de relevancia, entre ellos Ministro de Instrucción Pública y Ministro del Interior. Desde esos espacios impulsó políticas educativas y sanitarias, aunque siempre mantuvo cierta distancia crítica respecto del poder. Su estilo intelectual se basó en la lucidez desapasionada: no pretendía moralizar, sino revelar la ironía de la realidad. Una anécdota famosa cuenta que atendía gratis a los pacientes pobres, pero les cobraba por escuchar sus quejas, argumentando que “eso sí era un trabajo agotador”.


Wilde representa una figura esencial para comprender la transición entre el discurso solemne del liberalismo clásico y una literatura más moderna, flexible y desacralizadora. Su aporte radica en haber demostrado que se puede pensar el país con inteligencia sin caer en la retórica patriótica, y que el humor puede ser una forma legítima de crítica social. Su obra, lejos de ser menor, anticipa una tradición de escritores que harán de la ironía una herramienta política.


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